Todos nosotros, de una manera u otra, nos hemos convertido en contemporáneos de los acontecimientos que nos propone cada año litúrgico: una Cuaresma (cuarentena) prolongada; silencio en las calles y plazas y aún más en el corazón de los que viven angustiados por el futuro de su familia, trabajo o empresa; el anuncio de la Resurrección nos sorprende incrédulos y temerosos, como a los discípulos: encerrados en nuestras casas y en nuestras incertidumbres.
Todos nosotros, de una manera u otra, nos hemos convertido en contemporáneos de los acontecimientos que nos propone cada año litúrgico: una Cuaresma (cuarentena) prolongada; silencio en las calles y plazas y aún más en el corazón de los que viven angustiados por el futuro de su familia, trabajo o empresa; el anuncio de la Resurrección nos sorprende incrédulos y temerosos, como a los discípulos: encerrados en nuestras casas y en nuestras incertidumbres.